TRIBUNA DE NUESTRO SOCIO ALEJANDRO AZCONA PARA «EL ECONOMISTA»

EL TAMAÑO IMPORTA Y SIGUE SIENDO NUESTRA ASIGNATURA PENDIENTE

Desde que tengo uso de razón empresarial, y han pasado más de 30 años, he escuchado, leído y analizado a través de infinidad de informes, recomendaciones, programas de apoyo a la empresa, etc. la falta de dimensión de la empresa española en relación con las empresas de nuestro entorno y los perniciosos efectos que esto tiene en la competitividad de nuestro tejido empresarial.

Recientemente Funcas ha publicado en su blog un nuevo artículo constatando este hecho e incidiendo en que el problema de las PYMES en España no es solo una cuestión de tamaño. Y seguramente no lo es, hay otros muchos problemas a los que se enfrenta la PYME, pero que 30 años después continuemos con una estructura empresarial de PYMES con una dimensión muy inferior a la media europea y muy alejada de la dimensión de las empresas del centro de Europa es algo que nos debiera preocupar en términos de competitividad.

Un tejido empresarial fundamentado en empresas de pequeña dimensión que no converge hacia la estructura en términos de dimensión de sus países más próximos es, a largo plazo, un tejido empresarial débil y con menos capacidades para afrontar los retos del futuro.

Una empresa de pequeña dimensión tiene condicionantes estratégicos que la hacen más vulnerable en periodos de crisis y dificulta su crecimiento y financiación.
Entre otras, las empresas de pequeña dimensión:

• Tienen una menor resiliencia a las crisis y una mayor tasa de mortalidad.
• Su capacidad de innovación y de inversión en I+D+i es limitada.
• Tiene mayores dificultades para la internacionalización y la exportación.
• Su capacidad de obtener recursos financieros es menor y normalmente lo son con recurso a sus socios.
• Tiene una menor capacidad de atracción del talento y dificultades para mantenerlo.

En este sentido, resulta muy significativo el análisis que sobre mortalidad empresarial entre los años 2007 y 2013 realizó CEPYME en su estudio del crecimiento de las empresas españolas. Resumiendo las conclusiones de ese análisis, el número de empresas de 10 a 49 trabajadores se redujo en un 33% en ese período, mientras que las de más de 500 trabajadores se redujeron en un 23%. Adicionalmente, la tasa de recuperación empresarial también es significativamente diferente, mientras para 2021 las empresas de más de 500 trabajadores habían recuperado ya el 100% de las empresas que había en 2007, las empresas entre 10 a 49 trabajadores aún estaban en el 83% de las que eran en 2027.

Y, si todos somos conscientes de esta debilidad y hay múltiples organismos, fundaciones y expertos empresariales divulgando y tratando de impulsar el cambio en nuestra estructura de PYMES, ¿porqué después de tantos años no hemos conseguido adecuar nuestra estructura empresarial aproximándonos a la dimensión de la de nuestros vecinos?
Mi conclusión, después de 20 años dedicados a las Fusiones y Adquisiciones y habiendo mantenido muchas conversaciones con cientos de empresarios es que es una cuestión cultural del empresariado del país que, aunque aprecio que está cambiando en los últimos años, se mantiene en el ADN de muchos empresarios.

Uno de los pilares del crecimiento empresarial, además del desarrollo orgánico, es el crecimiento inorgánico, una adquisición, fusión o integración empresarial que aporta crecimiento, sinergias, mejor posicionamiento ante clientes y proveedores, recursos adicionales para inversión en I+D e internacionalización y un largo etcétera. Sin embargo, el empresario clásico tradicionalmente ha desconfiado de cualquier asociación, integración o fusión con un competidor o alguna empresa complementaria, además socialmente la percepción de la venta de una empresa o de una fusión con un tercero, ha tenido un cierto matiz negativo que no ha facilitado este tipo de procesos.
En la actualidad, observo un cierto cambio en estas actitudes, una mayor apertura a la incorporación de socios a la empresa, a compartir proyecto aunque los accionistas originales se queden en minoría, una cultura empresarial que valora el crecimiento y la aportación que otras empresas o socios pueden realizar al proyecto empresarial común.

Una contribución importante a este cambio la ha realizado el Capital Riesgo o Private Equity que, tras muchos años luchando contra esas barreras mentales del empresariado, ha demostrado, con importantes casos de éxito, como una asociación entre un empresario y un financiero, incorporando otras empresas posteriormente mediante adquisiciones o fusiones, redundan en un proyecto empresarial mucho más sólido, rentable e interesante para todos los integrantes del mismo, incrementando significativamente el tamaño de las empresas en las que invierten y colaborando activamente en el crecimiento del tamaño medio de las PYMES españolas.

Por otra parte, el ecosistema de emprendimiento, start-ups, empresas de base tecnológica desarrollado en el país en los últimos años con un enfoque empresarial mucho más anglosajón, enfocado al crecimiento, a las rondas de financiación, al compartir proyectos entre varios perfiles de socios, ha generado una nueva clase de empresarios mucho más proclives al crecimiento empresarial y a los proyectos compartidos que ayuda, cada vez más, a dinamizar la PYME hacia una mayor dimensión.

A pesar de que cada vez que se actualiza la foto, seguimos viendo ese gap entre el tamaño de nuestras PYMES y el de nuestros vecinos europeos, creo que estamos evolucionando hacia una estructura de PYMES más dinámicas, orientadas al crecimiento, conscientes de los retos y de las necesidades de dimensión de las empresas para enfrentar los retos estratégicos, tecnológicos y de mercado a que se enfrentan. Todo ello me hace confiar en que poco a poco esa foto irá evolucionando hacia una estructura con PYMES de una dimensión que se aproxime más a la media europea con la aportación en términos de competitividad, supervivencia y valor añadido que esto supone.

 

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