En el seno de la empresa familiar, no son excepcionales las situaciones en las que se debate el modelo de empresa y la conveniencia de abrir el accionariado a socios terceros.

Situaciones derivadas de cómo financiar proyectos relevantes (inversiones, adquisición de empresas, etc) , dar salida a socios divergentes o sin interés en el futuro de la empresa, desinvertir parte para hacer caja, son circunstancias en las que la entrada de un socio externo puede tener sentido.

En nuestra experiencia profesional, hemos conocido empresas familiares que ante la posibilidad de abordar proyectos ambiciosos, han renunciado a ellos al valorar exclusivamente sus propios recursos disponibles, no considerando la posible incorporación de socios nuevos por el hecho de no querer perder su carácter familiar.

Esto no quiere decir que sea un planteamiento incorrecto sino que es una autolimitación y quizás valorando las alternativas y compartiendo esfuerzos se hubiesen podido alcanzar metas y objetivos más ambiciosos.

Por otra parte también existen ejemplos de empresas familiares que comparten proyectos con socios terceros y que han conseguido importantes hitos manteniendo su carácter familiar (Hay ejemplos muy significativos en sectores como el de automoción, hotelero , alimentación, etc … )

A veces se tiende a confundir ser empresa familiar con que el 100 % de los socios sean miembros de la familia.

En general, los potenciales socios terceros industriales o financieros, ven a la empresa familiar como una alternativa muy interesante ya que su filosofía de esfuerzo, entrega, pasión por las cosas bien hechas, son características altamente apreciadas.

Para aquellas empresas familiares que estén en el proceso de reflexión sobre la posibilidad de incorporar socios externos, es recomendable seguir algunas pautas, que les permitan valorar las alternativas y ganar las convicciones necesarias antes de iniciar la búsqueda:

  1. En primer lugar fundamentar las razones por las cuales necesito un socio externo. Pueden ser de negocio o externas (procesos de crecimiento, mejora de imagen, posibilidad de venta, etc) o internas (relevo generacional, profesionalización, salidas de socios, hacer caja, etc).
  2. La segunda reflexión es la disponibilidad para compartir las decisiones, perdiendo la autonomía en la gestión.
  • Tomada la decisión de seguir adelante, el siguiente paso es definir qué tipo de operación es la que se plantea. Aspectos como el volumen de recursos buscado, mayoría versus minoría, implicación en la gestión, socios permanentes o temporales, etc, deben estar claros.

En base a ello, optaremos por soluciones más en línea con la continuidad familiar o más rupturista como la cesión de la mayoría o venta del 100 % de la propiedad de la empresa, perdiendo su perfil familiar.

      3. Elección del tipo de socio al que recurrir, lo que depende de cuál sea la conclusión del proceso previo y que pueden ser de un perfil más          financiero o industrial. Tener claras las motivaciones que mueven a los socios financieros (la rentabilidad) o a los industriales (estratégica), ayuda a la elección adecuada.

Una vez que la familia tiene claro su proyecto, lo que quieren o esperan del nuevo socio y lo que está dispuesto a ofrecer, es el momento de iniciar el proceso de búsqueda del potencial socio.

Abordar un proceso ordenado, tener la empresa preparada para superar con éxito el examen a la que va a ser sometida por los potenciales socios terceros, aumenta considerablemente las posibilidades de éxito y mejora la percepción interna y externa de la propia empresa.

Hoy en día los socios financieros y los grupos industriales cuentan con abundante liquidez para participar en proyectos empresariales, con especial interés en aquellos que tienen que ver con empresas familiares.

Según el informe de la Asociación Española de Capital, Crecimiento e Inversión (ASCRI) recientemente publicado, el año 2017 fue un año de inversión récord en empresas con 4.900 Millones de Euros invertidos, distribuidos en 679 inversiones.

Por tamaño de operaciones, el 86,7% de las mismas fueron de menos de 5 millones de Euros, lo que es una muestra del interés del sector en el middle market.

Con estas cifras se desmitifica la idea de que los socios financieros solo son para las grandes operaciones. El sector se ha desarrollado lo suficiente como para poder afirmar que hay inversores para los diferentes estadios de desarrollo de la empresa.

Muestra de ello son también los datos de inversión en fases tempranas (Venture Capital) con 519 inversiones y unos fondos aportados de 494 Millones de Euros (es decir menos de 1 Millón de Euros de media).

El conjunto de inversores nacionales privados dispone de una liquidez de entre 3.500 y 4.000 millones de Euros para invertir en empresas españolas.

Por otra parte ya se han consolidado los Fondos de Deuda cuyos recursos no se aportan como capital, sino como deuda, lo que no afecta a las estructuras de capital y son una buena opción para las empresas familiares que no quieren socios externos en el capital de la compañía.

Otro dato sobre el apetito inversor es que el año 2017 ha sido un año muy activo en España en lo que a operaciones corporativas se refiere con 1.214 operaciones (según Thomson Reuters).

Por tanto, el éxito y conseguir la incorporación de un nuevo socio a la empresa va a depender de haber hecho una adecuada reflexión interna previa, la calidad del proyecto, la adecuada preparación de la compañía para el aterrizaje de un tercero y de una gestión profesional del proceso.

 

mar 19, 2018

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